Ella nació en 1940, a edad temprana comienza con estos conceptos de tejer formas multicolores en crochet. Durante las primeras décadas de producción y actividad artística las creaciones con punto y ganchillo no eran más que fundas o estructuras que finalmente terminaron convirtiéndose en obras de arte y pasaron a exponerse en importantes museos.
No obstante, a partir de los noventa centró buena parte de sus esfuerzos en crear parques de juego infantiles a partir de una mera casualidad: dentro de una exposición en el MACRO de Roma, donde un niño se subió a una de las bolas que colgaban en su instalación XXL de crochet; le siguieron otros niños y de pronto aquella obra de arte a la que estaba invitado todo público a admirarla y tocarla, tuvo una nueva función: usarla.
Saltar, rebotar, escalar, colgarse, columpiarse, desafiar la gravedad o incluso reposar. Tener un generador activo de la imaginación y dar la oportunidad a todo el público de volver a jugar como un niño fue algo irresistible para Horiuchi. A partir de este evento, su obra tomó para ella otra dimensión y pasó del interior de un museo al exterior a zonas de recreo.
La obra actual de Horiuchi tejida a mano, nos muestra magistralmente que este material no solo sirve para coser, hacer ganchillo, crochet o cosas domésticas con esta técnica sino que también puede crear arte, ahora en espacios de ocio y diversión.
La belleza de estos entornos textiles radica en varios puntos: son una expresión artística muy personal, están confeccionados con colores contrastantes y llamativos, tienen formas orgánicas, generan fuente de imaginación que desata la emoción y diversión infantil. Cada ambiente de juego es único, irrepetible.
Horiuchi garantiza que los proyectos que desarrolla son totalmente seguros, que el mantenimiento y la conservación depende del buen uso que se haga de los mismos aunque si es necesario mantener un control periódico que permita repararlos a su debido tiempo.
Estas esculturas de juego promueven la felicidad y la libertad en los usuarios, mayoritariamennte niños, les permite crear relaciones de amistad y desarrollar mejor sus habilidades sociales. Incluso permite a los adultos volver a conectar con esa parte de la niñez al subir y dejarse caer, rebotar o físicamente realizar lo que la imaginación les proponga.
Su genialidad viene al convertir estas piezas tejidas en todo un suceso social que más que revolucionar, evoluciona no solo estéticamente los parques infantiles, sino también en cuanto a la actividad y forma que ellos tienen, y el rango de edad de sus usuarios: concebido para niños, incluye a los adultos e incluso, las esculturas podrían ser positivas para los más "peques", ya que según expertos en el tema de nos neonatos, la vibración que se produce cuando los niños juegan en las estructuras, el balanceo generado es como si se estuviera suspendido flotando, que juntándolo con la textura y sensación de los tejidos, nos da como resultado de alguna manera una semejanza con la sensación del útero materno.
Esta japonesa podría destacarse por ser una artesana con mucha visión, por ser una de las pocas artistas que utiliza el punto y el ganchillo para crear sus obras y por venir a darle un giro a los parques infantiles, llevándolos "al siguiente nivel".
Otra cuestión sorprendente a resaltar es la agilidad de la autora a la hora de montar la escultura: el proyecto que está en Zaragoza le tomó cuatro días entrelazar todo el tejido, previamente confeccionado en Canadá.
El primer proyecto que realiza en Europa es en el 2011: una instalación infantil dentro de un parque público en Zaragoza, no es de sus diseños más llamativos al ver toda la trayectoria de su trabajo pero permite a los europeos, concretamente a la gente española a tener una oportunidad más cercana de ver in situ su trabajo. Se encuentra en los jardines de la plaza de las Máscaras del Parque Comercial.
Estos parques textiles se han instalado sobre todo en Japón, donde serían los más extraordinarios: el Museo al Aire Libre de Hakone y del Parque Nacional Takino Suzuran, pero también hay piezas de Horiuchi en Corea e incluso en Zaragoza.
Históricamente, el fenómeno del parque infantil es relativamente moderno ya que hasta después de la 2ª Guerra Mundial no existían y el tema de recreo infantil a nivel actividad física se desarrollaba en descampados o explanadas de tierra. El arquitecto holandés Aldo van Eyck fue el primero en proponer una mirada distinta al del parque infantil. Con la postguerra y en plena reconstrucción de Ámsterdam él diseñó la ciudad con un enfoque que establecía una nueva manera de vivirla, y así fue que utilizó los solares vacíos que quedaron a consecuencia de los bombardeos para convertirlos en los primeros parques infantiles tal y como los conocemos: columpios, puentes, barras de metal.
Van Eyck, al igual que Hioruchi creó algo nuevo y genial porque se fijó (él por primera vez) en un usuario en el que nadie había reparado hasta el momento: los niños. Pese a que han pasado más de 60 años, lo cierto es que la mayoría de los parques infantiles siguen estando poblados del mismo equipamiento que Aldo Van Eyck estableció en sus proyectos holandeses en el Ámsterdam de posguerra.
Hasta que llegó toda una generación de creadores, diseñadores y arquitectos que se centró en trabajar estos espacios a partir de la visión y necesitad de un niño, así que han intentado ponerse al nivel de los niños para entender la necesidad funcional e incorporarle, con la visión de adulto, una belleza añadida a los artefactos a construir. Por ello es que actualmente podemos ver los parques infantiles más sorprendentes y más bonitos del mundo.
Desde las irreverentes y divertidísimas obras del colectivo danés MONSTRUM, hasta el estupendo, por comprensión y escala del personaje, Parque Gulliver en Valencia, pasando por los cerditos de madera de Madrid Río o el el minimalista patio del Colegio Mirabal en Boadilla del Monte, y un buen número de "etcéteras" donde dentro de los personajes más punteros en este colectivo creativo, está sin lugar a dudas Toshiko Horiuchi MacAdam como puntera en la lista que lo conforma y una de las más impactantes.
Sus estructuras de juego, que surgieron como parte del 'fibre art', son elementos de red seguros, de múltiples formas orgánicas, por donde el niño puede escalar y saltar, y de una ingeniería y diseño únicos en el mundo. El 'fibre art' es una joven tendencia que nació en la década de los setenta y que busca transmitir emociones al público a través de tejidos.
Sin embargo, Horiuchi fue más allá y creó con su empresa Interplay Design & Manufacturing Inc., una entidad que se dedica a realizar prácticamente cualquier tipo de estructura de arte urbano y zonas de recreo para niños. Dos en uno. Funcionalidad y estética brutales a la par. El resultado siempre son unos espacios casi ingrávidos donde las niñas, niños y también adultos, se columpian y juegan entre redes flexibles y multicolores y sobre todo donde nuestros ojos, nuestra alegría y nuestro corazón quedarán atrapados entre sus hilos de nylon.
Toshiko Horiuchi MacAdam sigue tejiendo a mano cada una de sus piezas, y ya tiene 74 años. Es un claro ejemplo de que la ilusión con la que mira un niño y su capacidad para capturar la belleza de este mundo, no se pierde nunca... y la puedes recrear, si tú quieres.
Imágenes propiedad de: Toshiko Horiuchi MacAdam and Interplay.
Imágenes: Masaki Koizumi (c) , Charles MacAdam (c), Roberto Boccaccino (c), y Debs G (c) de Owl Fly Away
Toshiko Horiuchi MacAdam
Interplay Design& Manufacturing, Inc.
PO Box 631, Bridgetown, NS,
Canada, BOS-1CO
T+902 665 5161
Meritxell Gacimartín
Ilang Paz
